El dinamismo laboral que viene experimentando nuestro país lleva muchas veces a las personas a cuestionarse si son felices en su trabajo, si su trabajo es el ideal, si su trabajo es el que requieren para ser felices.
Partamos de la premisa que el trabajo no es la vida (recordemos que no vivimos para trabajar, trabajamos para vivir), por ende, no le pidamos a nuestro empleador, a nuestro centro de trabajo, que nos otorgue algo que no le corresponde. El trabajo es algo que hacemos gran parte del tiempo, que nos genera satisfacciones y desarrollo profesional y personal.
La felicidad, evidentemente es un concepto absolutamente complejo de definir. Lo más probable es que, al intentarlo, coincidamos en que la felicidad es un sentimiento ocasional, no es constante, y que viene dado por estímulos internos o externos. La felicidad incluye alegría, así como también otras emociones, algunas de las cuales no necesariamente son positivas, compromiso, lucha, reto, incluso dolor.
En resumen, pretender evaluar nuestro trabajo desde la óptica de cuán felices nos hace es injusto, irresponsable y absolutamente errado. Evaluemos nuestro trabajo desde la perspectiva de cuánto desarrollo profesional o personal nos permite, cuántas satisfacciones o insatisfacciones nos generan, cuántas relaciones entablamos y cuánto aprendemos. Es muy probable que si todos estos factores los sumamos a varios otros (intrínsecos y extrínsecos) tengamos como resultado, en determinados momentos, emociones que se traduzcan en felicidad.
Algunos puntos para reflexionar:
· Tomemos en cuenta lo que alguna vez dijo el escritor y filósofo Voltaire: “Buscamos la felicidad, pero sin saber dónde, como los borrachos buscan su casa, sabiendo que tienen una”.
· No confundamos las frustraciones o insatisfacciones con “infelicidades”. Seamos conscientes que nuestro trabajo no siempre nos va a gustar. Lo más común es que ocurran imprevistos, problemas, que algunas veces tengamos que trabajar de más, que percibamos que nuestros jefes no reconocen nuestro trabajo o esfuerzo, etc.
· Por último, la felicidad, al igual que muchas cosas en la vida, no depende de los demás, depende de uno mismo.
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