“El Perú tiene que cambiar… Las autoridades deben ser más fiscalizadoras… Las leyes en este país no se cumplen…”
Estas frases o parecidas a éstas se escuchan todos los días en nuestro país. Cerca de cumplirse dos años del fallecimiento del destacado periodista Álvaro Ugaz éstas sonaron con más dureza, con más ahínco. Y, es que en esencia el clamor de todos, a pesar de las divergencias, de la diversidad de expresiones, de los múltiples análisis, es auténtico. Todos quieren un CAMBIO.
El problema radica en que el enfoque que cada uno le da al problema es distinto. Unos piensan que se requiere más y mejores leyes, otros consideran que la solución para lograr dicho cambio es una fiscalización más enérgica, otros piensan que el truco para lograr el cambio está en la radicalización de las sanciones…
Humildemente considero que no hay leyes que logren que nuestro comportamiento cambie; no hay sanción que produzca efecto inmediato y desate el cambio; no hay fiscalización que surta efecto al menos que ésta sea permanente. Lo único que generará un cambio en nuestra forma de ser es simplemente ser conscientes de lo que somos, de lo que hacemos y de las consecuencias que esto trae. Aprender a ser conscientes nos lo da el instinto, nos lo refuerzan nuestros padres, nos lo quita la sociedad.
La muerte del periodista Álvaro Ugaz despertó en algunos esa consciencia. A raíz de su posición de líder de opinión desató una cadena de opinión cuya resonancia estoy seguro generó algún movimiento de consciencia en nuestro país.
Gracias señor Álvaro Ugaz. Gracias por desatar esa esperanza en miles de peruanos. Gracias por finalmente prender la luz de la consciencia e iniciar el camino hacia el cambio que el Perú necesita.
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