Es increíble ver cómo muchas veces las compañías incluyen en los requerimientos de los perfiles de puesto temas como “honestidad”, “ética profesional”, entre otros.
Evidentemente estos aspectos son muy difíciles de medir y muchas veces también difíciles de comprobar. La pregunta es más bien ¿Por qué contemplan estos aspectos en sus requerimientos las empresas? ¿Se debe a malas experiencias pasadas? ¿Se debe a la famosa “cultura del bambeo” o de los “títulos made in Azángaro”?
Lo más probable es que se deba, en efecto, a malas experiencias pasadas. Si pudiera enumerar la cantidad de veces que personalmente he detectado falsedades o “mentiritas blancas” en temas curriculares no tendría espacio en esta columna. Casos que pueden sonar absurdos como colocar en su currículum “Egresado” cuando dicha persona sólo es bachiller es considerado una “falsedad” pero muchos individuos lo catalogan como “errores de redacción y de interpretación”.
En fin, lo que en esencia preocupa es que las empresas, por malas experiencias pasadas o bien sea por temas “culturales” generadores de desconfianza, tengan que exigir una certificación, demostración o prueba que una persona es, por ejemplo, honesta. ¿Acaso no debería ser eso algo intrínseco en una persona? ¿No deberían ser la honestidad, la ética profesional, la ética en los negocios valores que vienen implícitos y que por ende no se deben medir, cuestionar o justificar? Lamentablemente no. Estamos llegando al momento en el cual tener valores o principios sólidos es tener una ventaja competitiva… es hoy en día casi igual que tener “inglés avanzado”.
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